Hay esperanza. Cuesta notarlo, a veces, porque el cansancio apremia y la rutina se come la poesía. Porque la ansiedad desdibuja el perfil de todo lo que nos rodea y lo convierte en desesperación. Porque cuando te sientes hundido vas dando tumbos y te golpeas con el perímetro de todo lo que llena tu vida y no distingues a los héroes de los villanos y algunas veces crees que son lo mismo aunque no sea cierto… Porque intentas sujetarte a algo que creías sólido y resulta que es líquido.
Hay esperanza, pero parece que los lunes se toma un respiro y se escurre entre las estaciones de tren y las caras amargas de los pasajeros. Como si la desesperación la empujara calle abajo y ocupara su lugar para dejarnos los corazones deshilachados, los caminos a oscuras, los bolsillos vacíos.
Hay esperanza, pero queda diluida por los gritos y las ausencias. Cuesta…
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