Por todo ello, no tienes más remedio que convertirte en tu propio agente comercial. Tienes que saber «venderte», como si tu personalidad fuera un producto al que se pudiera asignar un valor de mercado.
Sin tu valor personal no existirían las empresas.
¡Porque tú eres empleo!
En el gran juego del empleo, la que juega es sobre todo la empresa. Tú no eres más que un peón, y el empleo que te reservan es un regalo que te hacen.
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