- ¿Qué se te da bien? La felicidad multiplica la eficacia y la concentración. Acuérdate de la última vez que disfrutaste ejerciendo alguna labor, pintando, enseñándole algo a un conocido, etc.
- Suma a ese hobby o a esa iniciativa, la experiencia que tienes y el valor que le puedes aportar en función de la profesión que hayas desarrollado.
- Elige un curso que te desconcierte, que te sorprenda o que vaya a favor de tus habilidades, más que de tu formación esencial. A veces los técnicos necesitan aprender a desenvolverse con clientes, los comerciales precisan mejorar en oratoria o los médicos pueden requerir conocimientos de motivación para sus pacientes. Nunca se sabe donde estará la salida. Se trata de una suma de aquello que mejor se nos da y de nuestro bagaje profesional.
- Los cursos homologados ya no sirven. Las reglas establecidas por la administración, sus temarios, datan de hace 25 años y apenas se han renovado desde entonces. No elijas un curso por el “diploma” o por si suma puntos en alguna oposición. Plantéate para qué te puede servir.
- ¿Piensas que (re)inventarse es algo innecesario? ¿No piensas que nos hallamos en un momento crucial, ante un cambio de época?
Hoy en día, la dispersión es un mal que aqueja a ricos y pobres, y frente, a lo que se pudiera creer, más a los últimos que a los primeros. En el Culebrón de los 90, «los Ricos también lloran» estaban un poquito equivocados 😉
Los ricos no han de plantearse de qué van a vivir mañana, cuál será su futura fuente de ingresos. Los desempleados, aquellos que han ejercido una profesión de la que han vivido toda su vida y que ha dado un giro de 180 grados, no saben a dónde ir, ni siquiera qué curso formativo puede aportarles valor.
Yo misma me puedo desubicar a la hora de definir un objetivo. Es difícil tener que (re)inventarse con más de 30…o de 40…o de 50… Y por eso, voy a citar unas cuantas pautas que suelo plantear a los alumnos que me piden información.
Reglas de oro…
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