Exigen a un sabio que estaba de paso por un pueblo que diera una conferencia en la plaza. El sabio pregunta: ¿Saben algo? El público responde que no, entonces el maestro contestó que no hablaba con ignorantes y siguió su camino.
Años después, la presencia del sabio en ese mismo pueblo volvió a provocar la misma petición. El sabio volvió a preguntar: ¿saben algo? La respuesta del público, aleccionados por la experiencia pasada, fue que sí. El sabio contestó que para qué hablar si ya saben…y se marchó.
En una tercera ocasión, muchos años más tarde, frente a la misma pregunta los aldeanos tenían la respuesta meditada: unos debían decir que sí y otros que no. El sabio les contestó que los que habían respondido afirmativamente enseñaran a los que no sabían y siguió su camino.